El adentro de los cuerpos

Este año, en el Festival Internacional de Santander, habrá dos conciertos de Laboratorio Klem. Uno, en el que volveremos (el 19 de agosto) a la Casa de las Mareas de Soano para reactivar la búsqueda que iniciamos el pasado año, en 2018, y otro concierto en el Observatorio del Arte de Arnuero, el 23 de agosto. Ambos proyectos se complementan. En el primero, como ya exploramos aquí, se trata de pensar en cuáles son los límites del adentro y el afuera cuando se piensa desde el marco de lo auditivo frente a lo visual. Normalmente, pensamos los espacios desde el marco de lo visual, pero lo que penetra un espacio y lo resignifica -también nuestra experiencia en él- no es solo lo que nos llega a través de los ojos, sino también esa ambulancia que suena en la calle, el teléfono que ruge en la habitación de al lado, el bebé recién nacido de los vecinos o las conversaciones del bar de abajo. Las intimidades, la vida pública, los recovecos de los otros se cruza con la nuestra, tan tranquilos con un café de media mañana frente al ordenador en la oficina o en nuestra habitación. El afuera es un constructo que se define por lo que definimos como lo seguro y lo propio frente a lo inseguro y lo ajeno. Y esa construcción se hace desde un cruce de experiencias. En [TRANSMUTARE] se trata de poner en juego esa transformación de la experiencia mediante la ocasión de lo inmersivo, donde sucede lo imposible, como es ser atravesado por el adentro del agua, donde permaneces solo precavidamente para no ser engullidos por su fuerza. La experiencia de la Casa de las Mareas, regulada por la normativa para visitantes, implica seguir unos recorridos y experimentar la marisma desde los cristales protectores, que marcan la marisma como afuera -incluso cuando la visitamos siguiendo el paseo colgante que la rodea-. El 19 de agosto, como ya sucedió el pasado agosto, se trata de desbordar la experiencia posible cotidiana de las marismas a través del sonido.

La segunda parte del proyecto, subtitulado RESONARE, tendrá lugar en el Observatorio del Arte de Arnuero. Y, aquí, seguimos pensando el adentro y el afuera, pero directamente en y desde los cuerpos. Para ello, tomamos la materia como referencia. La materia es, dicho rápidamente, aquello de lo que están hechas las cosas. Pero también en esto solemos tener una referencia visual cuando pensamos la materia. Cómo ocupa un espacio, cómo se extiende nos dan las claves para acercanos a la materia. Sin embargo, hay dos elementos que resultan fundamentales para RESONARE: por un lado, la complejidad de la proximación sonora a la materia; y, por otro, su constitución simbólica. Vayamos por partes:

La materia más allá del espacio que ocupa, de su extensión, tiene otros destinos. Como el resonar, la vibración. Durante mucho tiempo, a la música le había interesado más lo que vibraba y se emitía que el emsior. Por ejemplo, en un cello, a los compositores les interesaba más lo que sonaba que el propio cello como cuerpo resonante. Las excepciones, que dejaron de serlo hace mucho, comenzaron a plantear los instrumentos como cuerpos que suenan, como lo son los nuestros propios -desde la voz hasta con nuestra interacción con el mundo.

No hay ninguna materia muda. La escucha de la materia implica un cambio de coordenadas en nuestra relación con ella, atendiendo a su capacidad de resonar y, por ello, no solo extenderse en un espacio sino también en un tiempo que no le es propio.

El segundo aspecto es la constitución simbólica de la materia. Materia viene de «mater», madre. Esta relación con la maternidad no es baladí para esta construcción simbólica. Porque al igual que entendemos la maternidad como el proceso de dar vida, de lo que se trata es de dar vida a la materia que se toma por inerte, como mero medio para alcanzar otra cosa. Siguiendo con el ejemplo del cello, el reto de la música ya no es entender al cello como un medio mediante (valga la redundancia) un compositor expresa su complejo mundo interior y sus ideas, sino que en el cello se guarda una historia -secreta y, casi siempre, incognoscible- de la madera que lo compone, de los dedos que lo han ido desgastando, de las distintas condiciones de vibración, del polvo y los restos de resina que van creando microcapas sobre el barniz. El cello, entendido más allá de lo humano, tiene un cuerpo que suena más allá de lo musical. Y eso sucede con las piedras, ladrillos y otras maderas que construyen nuestros espacios. Reavivar, convertirlos en materia para que los espacios suenen desde su materialidad, es el objetivo de RESONARE.

El cambio, la transmutación, consiste, en el primer proyecto, en dislocar y deslocalizar el adentro y el afuera. En el segundo, en poner en vibración el adentro de los cuerpos.

Deja un comentario